Las reflexiones de los lunes son mi momento de queja, mi catarsis semanal. Casi siempre digo cosas que hay que cambiar, recuerdo lo que hacemos mal o lo mucho que nos queda por avanzar en esto de estar y trabajar con niños con autismo.
Afortunadamente luego, en mi día a día, me encuentro cada vez con más aliados. Y eso me hace feliz.
Son mis aliados maestros que se lo curran cada día, para que el alumno con diversidad funcional deje de ser “el erizo” de la clase.
Son mis aliados los padres implicados, los que están dispuestos a escuchar con oídos abiertos y limpios. No porque yo tenga la razón, sino porque les doy una alternativa realista. Porque yo y otros como yo, les ofrecemos una llave para enseñar a sus hijos, sin juzgarles, desde el respeto absoluto a sus estilos de crianza, aprovechando cada momento con los niños para aprender y divertirse juntos.
Son mis aliados los que luchan desde las asociaciones, para que la diversidad funcional sea visible, para que se respeten los derechos, para que se trabaje por la inclusión con los apoyos necesarios.
Son mis aliados todos los que están dispuestos a currar, a mancharse y a meterse en el lío que supone esto de la diversidad funcional, con la mirada atenta y el corazón contento.
Quiero aliados conmigo, remando juntos, hacia un espacio compartido.